The catcher in the rye


Como Holden Caulfield sin Nueva York. Preguntándome constantemente dónde irán los patos de Central Park cuando el lago se congele. Y los taxistas, que nunca saben la respuesta. Ellos conducen, sí, pero eres tú quien debe indicarles el destino. El problema viene cuando no lo sabes. Cuando gastas hasta tu último dolar en cada cabina de Manhattan y nunca te apetece llamar a nadie. Cuando no hay una dirección que dar porque no hay lugar al que ir. Porque de lo que huyes no es de la escuela, es de ti mismo. Y no hay hogar posible que cure ese vacío. El de no saber quién eres. El de no imaginar quién serás.


Hay cosas que no deberían cambiar, cosas que uno debería poder meter en una de esas vitrinas de cristal y dejarlas allí tranquilas. Sé que es imposible, pero es una pena.

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