Huellas


Después de haber pasado tanto tiempo sumergida bajo el agua, las yemas de mis dedos se han arrugado hasta el punto de no poder reconocer mis propias huellas dactilares.

Se me hace raro vivir en la superficie. Intento moverme muy rápido porque me asusta la calma. Me asusta el silencio. La soledad. Me asusta pensar que nunca volveré a sumergirme bajo el agua, que ya no sabré como aguantar la respiración. Pero, sobre todo, me aterra comprobar hasta que punto olvidé cómo se sentía el oxígeno en mis pulmones.

Respiro por inercia la mayoría del tiempo, aunque a veces necesito pensar que tengo que hacerlo. Se agotan las reservas de aire en mi interior y, durante un segundo, el vacío se vuelve insoportable. Entonces recuerdo que tengo que respirar y, haciendo un esfuerzo, cierro los ojos y dejo que el aire vuelva a entrar. Pero el dolor que el vacío ha dejado se queda latente un rato. Y el agua que aún me queda dentro escapa, con disimulo, de mis ojos.

Mis huellas desdibujadas son como un reflejo de mí misma. Esa yo que ya no se reconoce. Me voy secando poco a poco y, con cada gota de agua que abandona mi piel, me distancio un poco más de lo que era. Voy dejando de ser la que era estando bajo el agua, pero tampoco vuelvo a ser quien era antes de sumergirme. Es como si el tiempo que pasé buceando me hubiera convertido en otra persona. Una persona en la que ya no puedo situarme, pero que sustituyó a la que me contenía previamente. Y ahora busco un sitio en el que quedarme, pero aún no lo he encontrado. Puede que nunca lo encuentre.

Ahora me da miedo nadar, al igual que al salir del agua me daba miedo sentir el suelo bajo mis pies. Ahora me aterra todo y lo único que me hace sentir cómoda es volar. Pero yo no tengo alas y todo lo que puedo hacer es saltar. Los saltos duran apenas un segundo, pero me reconfortan. Me siento a salvo en el aire. Me siento feliz.

El resto del tiempo estoy, que no soy. Es difícil ser cuando has perdido tu identidad. La misma de siempre, pero tan distinta... Y sueño, a veces, con no haber aprendido nunca a bucear. Seguro que no dolía tanto, razono. Y luego una sonrisa asalta a traición mi rostro. No olvides, me dice, que hubo muchas como yo cuando estuviste ahí abajo. Y es cierto, reconozco. Quizás necesitaba sumergirme para aprender que puedo salir a flote.


SincroniciUdad


No puedo negar que, desde que Gabri Ródenas habló de SincroniciUdad mi interés por este fenómeno ha ido creciendo. Como pasa a menuda con estas cosas, ahora parece algo que siempre estuvo ahí, aunque nunca supe cómo llamarlo. Porque la sincroniciudad es algo que todos hemos sentido en algún momento. Puede que lo llamáramos magia, destino o casualidad. Puede que, incluso, buscáramos una explicación lógica al fenómeno que, seguramente, no llegamos a encontrar. Y puede, también, más de uno empiece a localizar las sincroniciUdades de su propia vida tras leer este libro.

Por todo esto y, quizás por lo interesante del concepto, o por lo innovador del formato que Gabri nos proponía, no dudé ni un solo instante que que quería sumarme a este proyecto (si mi relato era acogido). Por suerte, así ha sido y hoy puedo afirmar con orgullo que mi cuento, mi sincroniciUdad, se encuentra entre los maravillosos relatos que forman este libro tan especial.

Esta es su sinopsis:

Ya os ha sucedido: pensar en esa persona a la que hacía años que no veíais y coincidir ese mismo día con ella; un déjà vu; la sensación de haber vivido una experiencia determinada en otro momento y lugar; la sospecha de que todo está conectado —personas, objetos y acontecimientos—; la intuición de que hay un destino para cada uno de nosotros, anunciado y guiado por misteriosas señales que parece enviarnos el universo. Sí, la vida es un extraño, complejo y apasionante puzzle cuya imagen completa rara vez nos es dado contemplar.
#SincroniciUdad nace del afán de construir una nueva polis donde todos los agentes del mundo del libro y la lectura se den la mano. El proyecto no tardó en llamar la atención de autores prestigiosos, ilustradores de la talla de José Ángel Ares o el genial Francesc Miralles que se prestaron gustosamente a participar de un modo u otro en esta locura cuyos BENEFICIOS SERÁN DONADOS ÍNTEGRAMENTE A OBRA SOCIAL (Más info en el interior)
“He compartido la alegría de muchos, que debutaban como escritores en el presente volumen y ahora espero que tú, querido lector, disfrutes de las propuestas de: Juan Luis Galán Olmedo, Sara Barberá, Almudena Navarro, Andrés Pascual, Antonia Romero, Pedro Román, Francisco J. Portela, Carlos Andalstur, Cristina González, Dani Ramírez, Félix de la Concepción, Patricia González, C.G.F. de @abrirunlibro (sí, también tenemos espacio para anónimos y personas que deseaban preservar su intimidad sin dejar por ello de aportar excelentes relatos), Inma Bretones, Désirée Matas, Amelia Noguera, Patricia Castillo-Briceno, Montse Augé, Eva Alcuña y Pablo Poveda.
Desde este mismo instante, tú también formas parte de esta extraña ciudad donde todo está conectado y a la que hemos dado el nombre de #SincroniciUdad. Sed bienvenidos” (Gabri Ródenas, compilador).


Interesante, ¿verdad? Pues, os aseguro, su interior es mucho más interesante si cabe. Podéis conseguir vuestra copia aquí y, según me comentan, próximamente también en la plataforma solidaria 1Libro1Euro.

En Twitter encontraréis toda la información sobre el proyecto bajo el hashtag #SincroniciUdad

Espero que disfrutéis tanto leyendo este libro como yo he disfrutado participando en él. Gracias a todos los autores que han aportado su granito de arena a este sueño conjunto y, sobre todo, gracias a Gabri por contagiarnos un poco de su maravillosa locura y arrastrarnos a este viaje tan fantástico.