Cicatriz, de Juan Gómez-Jurado

Creo que esta es la reseña más difícil que voy a escribir. Principalmente porque es imposible hablar de esta novela sin revelar detalles que, como lector, se agradece no conocer de antemano. Así te puedes permitir el lujo de ir desenvolviéndola capa a capa, sin que nada te arruine la siguiente sorpresa. Con todo, ya sabía demasiado cuando empecé a leer. En mi opinión, es una historia para empezar a leer sin saber nada salvo su título. Y quizás ni eso.

No es una novedad, para quienes ya hayan leído a Juan Gómez-Jurado, que su destreza a la hora de escribir es dificilmente superable. Hace magia con las palabras. A veces te descubres leyéndole y pensando "¿cómo narices ha hecho eso?". Y no lo descubres, por más que releas. Te deja así, con esa cara bobalicona de quien acaba de presenciar un buen truco de magia. Realmente, en ocasiones más que palabras lo que te ofrece Juan Gómez-Jurado son caminos. Y eres tú quien los recorre.

Cicatriz no es diferente. Desde que empecé a leer he tenido la misma sensación: la de estar en lugares a los que no sabía cómo había llegado. De repente mi habitación había desaparecido y allí estaba yo, en un barrio marginal de Chicago. O en la fría Ucrania. Es esa manera de escribir la que engancha: la que te transporta. Ese es el don de Juan. Y, de verdad, creo que podría conseguirlo hasta escribiendo prospectos médicos.

Pero resulta que lo que hace es escribir novelas. En este caso un thriller. O eso dicen. A mí me parece más una historia de amor. Creo que es lo que motiva cada acción de esta historia. Pero no quiero hablar más de la cuenta.

Pertenezca al género que pertenezca, lo que sí tengo claro es que Cicatriz es una buena historia contada por un gran narrador. Y eso es algo que difícilmente puede salir mal.