El
aerodeslizador no llegaría a tiempo. Consultó en el dorso de su muñeca su saldo
de nuevo, solo para verificar que era insuficiente. Apenas le llegaba para las
cápsulas alimenticias de la jornada, por lo que ni siquiera podía plantearse el
teletransporte. Las becas universitarias no estaban pensadas para que los
alumnos gozaran de aquel privilegio, pensó. Proyectó sobre la pared del pasillo
su horario. Si llegaba tarde a “Neptuniano avanzado” tendría que presenciar la
clase de pie. Por no mencionar que aquel horrible alienígena de dos metros de
alto que impartía la asignatura leería su mente y sabría que el motivo de su
retraso era totalmente injustificado.
La
alternativa era no ir a clase y sumar una nueva falta a su expediente. Cambió de
proyección para consultar su estado. Nueve ausencias en total. No pudo evitar
sonrojarse al comprender que todas habían sido causadas por lo mismo. Desactivó
el holograma desde la montura de sus gafas. No podía permitirse una nueva
falta, cancelarían su beca. Y nadie podía costearse una carrera diplomática
interestelar sin beca, al menos no un híbrido de nivel medio como él.
Se
lamentó de su condición. De haber sido un híbrido de nivel avanzado no se
encontraría en aquella situación. Su desarrollo, mucho más evolucionado que el
de los de su clase, había conseguido eliminar por completo cualquier atisbo de
sentimiento humano. Serían seres perfectos capaces de combinar lo mejor de
ambas especies: la humana y la robótica. Aunque, de momento, solo existía un
prototipo.
Él, sin
embargo, era solo un humano robotizado que conservaba intacta su capacidad de
sentir. Y, por esa condición, se había enamorado completa e irremediablemente
de ella. Hasta el punto de olvidar por completo sus clases o sus obligaciones.
Exhaló
un suspiro y subió, resignado, en su aerodeslizador. Iría a clase, decidió.
Aunque aquello supusiera que su profesor descubriera la estupidez que había
cometido enamorándose del único ser sobre el planeta Tierra que había
conseguido anular su capacidad de amar.
3 comentarios:
La mayoría siempre nos enamoramos de ese que nos anula esa capacidad... nos gusta lo imposible supongo. ¡Un besito!
De no ser por la capacidad de amar, de enamorarse, puede que el mundo hubiera llegado al nivel neptuniano muchos siglos antes, que las piezas fueran encajando en la lógica como pensamientos de un tetris de inercia programada.
Pero por fortuna el amor eligió el bando rebelde de la imperfección caótica! :)
Tú no escribes híbridos sino originales maravillas
Que buen relato!
Ojala que el sentir nunca desaparezca, le da color a la vida y a la rutina, aunque por ello llegues tarde jeje
Saludos!
Publicar un comentario