Alba

A veces llegaban visitantes que afluían como restos de un naufragio llevados hasta aguas tranquilas. Mamá los acomodaba en nuestra habitación, que había acondicionado como sala de espera mientras nosotros, no tan niños por aquella época, dormíamos todos juntos en el desván pero, si quiero contar esta historia bien, debería empezarla por el principio…
Me llamaron Gilberto porque el padre del padre de mi madre se llamaba así. Tuve la desgracia de ser el único varón de sus descendientes así que, como premio, me tocó en suerte heredar su nombre. De su fortuna ya se hicieron cargo sus hijas.
A mí nunca me gustó mi nombre, ni a mí, ni a ninguna de las personas que llegó a conocerme… por eso, todo el mundo buscaba motes o abreviaturas que les evitasen tener que pronunciar mi nombre completo. Mi preferida siempre fue Ilbe. Así me llamaba Alba y así me sigo presentando hoy día.
Sin embargo, esta historia no empieza conmigo. Tampoco empieza con Susana, Erica o Juliana, mis hermanas. Esta historia empieza con una familia que empieza a ser numerosa, viviendo en una casa que se cae a pedazos y un padre que se acaba de quedar sin trabajo.
Así estaban las cosas el día que mi madre nos anunció a todos que volvía a estar embarazada. Mi padre se quedó tan pálido que, durante un instante, creí que se había desvanecido. Mis hermanas siguieron comiendo como si nada, ellas siempre permanecían ajenas al mundo real. Y yo, sabiendo la que se avecinaba, decidí que lo más inteligente sería quedarme callado y hacer el menor ruido posible.

- No podemos permitirnos otro hijo, Gloria.- Sentenció mi padre.
- Lo sé.
- La casa solo tiene tres habitaciones y ya somos seis personas viviendo en ella.
- También lo sé.
- ¿Cómo lo vamos a hacer?
- No lo sé.

Y así quedaron las cosas. Mi madre siguió con su embarazo, poniéndose enorme por momentos. Nosotros seguimos con nuestra rutina, tratando de no pensar demasiado en el nuevo bebé. Yo, en secreto, deseaba que aquel bebé fuera, por fin, un niño… pero la familia de mi madre no se caracterizaba, precisamente, por la abundancia de varones. Era una especie de maldición no escrita, o al menos eso pensaba yo.

Lo primero que mi hermana Alba vio al nacer fue, sin duda, la cara de asombro del doctor. Luego, seguramente seguiría viendo caras de asombro donde quiera que la llevasen. Alba era, sencillamente, extraordinaria. Era hermosa, radiante, deslumbrante. Era como mirar el sol directamente. Era tan bella que te dolía verla. Todos dijeron lo mismo, todos se quedaron igual de eclipsados con ella. Hasta mi padre tuvo que reconocer que aquel bebé había sido un regalo de Dios.

- Esta niña – profetizó mi madre- nos sacará de pobres.

Yo recé porque aquello fuese cierto con todas mis fuerzas. Mi padre seguía sin encontrar trabajo y el subsidio de desempleo tarde o temprano, terminaría. Yo estaba en esa edad complicada en la que eres demasiado pequeño para ser un adulto y demasiado mayor para ser un niño. Estaba con las manos atadas pero tenía los ojos bien abiertos. Mis hermanas, por el contrario, seguían encerradas en su mundo de princesas encantadas y finales felices.
Alba creció convirtiéndose en la niña de tres años más bonita que se haya visto jamás. Todo el mundo paraba a mi madre por la calle para poder verla. Ella miraba a la gente con los ojos muy abiertos, como si aún la sorprendiese el revuelo que provocaba. Sin embargo, mi hermana no decía nada. Ni una sola palabra.
Ya caminaba, se sostenía en pie y se reía a carcajadas cuando alguien hacía o decía algo divertido. Era muy inquieta y se mostraba interesada por todo. Cuando quería algo, lo señalaba y todos corríamos a dárselo. Podría haber detenido el mundo con solo un parpadeo.
Aunque nadie decía nada, a todos nos preocupaba el silencio de Alba. Los médicos decían que sus cuerdas vocales estaban perfectas, que era cuestión de tiempo que empezase a hablar… pero no fue así. Alba cumplió los cuatro años y seguía muda.

Un día, sin venir a cuento, Alba habló por primera vez. Todos nos quedamos perplejos al ver como aquella voz melódica salía del pequeño cuerpo de mi hermana. Aquella frase perfecta, rotunda y contundente era demasiado grande para una niña tan pequeña.

- Mañana habrá un golpe de Estado.

Eso fue lo que dijo. Después, no volvió a abrir la boca y siguió pidiéndolo todo por gestos, como solía hacer. Era 22 de Febrero de 1981.

El revuelo que se formó en mi casa al día siguiente fue monumental. Mientras toda España estaba atemorizada por el general Tejero, mi familia miraba a Alba como si ella fuese la responsable de todo. La niña seguía jugando, como si nada hubiera pasado y nosotros no sabíamos que hacer para conseguir que dijese algo, por pequeño que fuese.
Parece que se percató de nuestra impaciencia porque, de repente, me miró a los ojos y volvió a hablar.

- Suspenderás el examen de matemáticas de la próxima semana.

Así, sin venir a cuento aunque, en realidad, en aquel preciso instante, en el momento en que Alba me miró a los ojos, yo estaba pensando en aquel examen que, por supuesto, suspendí. Aquello me dio que pensar. Quizás mi hermana tenía un don. Quizás era capaz de ver el futuro, de adivinar como iba a acabar aquello en lo que estabas pensado.
Mi madre debió tener la misma idea porque, unos días más tarde, nos hizo pasar uno a uno a su habitación para mirar a Alba a los ojos.
Sus predicciones fueron claras: a mi padre, que llevaba tres años trabajando como peón de obra, no le despedirían aún. Mi hermana Erica iba a heredar el vestido de Comunión de mis hermanas y no tendría el nuevo que quería. Susana iba a romper con su nuevo novio a finales de semana y Juliana no tendría ningún papel en la obra del colegio. Yo no tendría mi propio cuarto y mi madre conseguiría que el negocio que había pensado funcionase.

Alba lanzó sus predicciones con la claridad y firmeza que la caracterizaba y volvió a silenciarse, cogió sus muñecos y volvió a ser una niña. Nosotros, mientras tanto, fuimos viendo como todas y cada una de sus palabras se cumplían.

El negocio que mi madre tenía en mente el día que consultó en los ojos de Alba, no era otro que vender las predicciones de su hija a los desconocidos. Empezaría por el vecindario y después dejaría que se corriese la voz. A la gente le encantaba conocer su futuro, se volverían ricos.

Y así fue. Alba se hizo tan famosa que la gente venía de todas partes a verla. En una ocasión, vino hasta un señor que no hablaba nuestro idioma con un traductor propio. Alba era infalible. Lanzaba predicciones personales y globales. A veces, estábamos cenando y soltaba algo como “Mañana habrá un atentado terrorista” o “El gordo de Navidad acabará en dos”. Nunca fallaba por eso, la gente pagaba cada vez más dinero por verla.

Mis padres acondicionaron el desván para nosotros, así nos manteníamos aislados de aquel torrente de gente que inundaba nuestra casa a diario. Alba tenía su propia habitación, aunque más bien parecía la consulta de una vidente. Mi madre se había esmerado en hacer que todo cobrase un aspecto místico a base de decoración barata. Nuestro antiguo cuarto era ahora la sala de visitas, ya que el salón no era lo suficientemente amplio para albergar a todos nuestros visitantes y la cocina se había convertido en un bar improvisado donde, a veces, cobrábamos por las bebidas.

Alba, por supuesto, no iba al colegio ni tenía ningún tipo de vida. Desde que se levantaba hasta que se iba a dormir, se dedicaba a su trabajo. A mi madre no le gustaba llamarlo así pero la realidad era que, desde que Alba había empezado a ser un negocio, la economía de mi familia crecía sin parar.

Me daba lástima mi hermana. Su belleza había empezado a consumirse por el agotamiento. Parecía marchitarse prematuramente. A veces, por la noche cuando todos dormían, bajaba a su cuarto para observarla. Ella me cogía de la mano y la apretaba con fuerza, como si temiese quedarse sola.

Fueron tres años que transcurrieron como tres siglos. Cumplí dieciocho años rodeado de extraños, encerrado en el desván con mis hermanas soplando un mechero a modo de velas. Mi madre estaba demasiado ocupada con Alba. Mi padre hacía demasiado tiempo que había huido de todo. Mi familia tenía el dinero que siempre había querido, tal como mi madre predijo, Alba nos había sacado de pobres… pero también nos había divido. No éramos felices, esa es la verdad. Mis hermanas y yo vivíamos angustiados por la pobre Alba, mi madre quería más el negocio que había creado que a sus hijos y mi padre había perdido a su mujer y ya no tenía ganas de luchar por nada.

El día de mi cumpleaños, bajé a la habitación de Alba por la noche. Ella se despertó cuando entré por la puerta, como si hubiese estado esperando mi llegada. Me miró a los ojos y me cogió de la mano. Luego, habló.

- Vas a ser muy feliz. No ahora, después. Cuando el dolor haya terminado. Casi todos seréis felices. Tú cuidarás de todos. Ella será la que más sufra, no seas duro y ayúdala. Las cosas no son como tú piensas. Siempre quiso lo mejor para todos. Sé que has estado a mi lado, sé que te preocupas por mí. Nunca lo olvidaré. Dile a Laura que es un detalle que haya pensado en mi nombre, será un honor para mí. Y dile a la pequeña Alba que no tenga miedo de ver las cosas que ve. Y tu tranquilo, ella estará mucho tiempo a tu lado. Te quiero, Ilbe. Os quiero a todos.

Esas fueron sus últimas palabras. Mi hermana Alba acabó de hablar y cayó fulminada sobre la cama, sin dejar de sostener mi mano.
Nada de lo que me dijo aquella noche tuvo sentido en ese instante pero, a medida que fueron pasando los días, casi todo cobró significado.
Mi madre sufrió como nunca nadie había sufrido jamás. Su hija, su niñita hermosa y perfecta, había muerto antes de cumplir los ocho años. Y ella se sentía terriblemente culpable por ello.
Vinieron tantas personas al velatorio de mi hermana que el barrio entero quedó colapsado de vehículos. Mi madre no dejó que nadie pasara a ver el cuerpo sin vida de Alba, excepto nosotros. La gente pensaba que tocar su cuerpo inerte obraría milagros, yo solo podía llorar desconsolado al ver a aquella criatura angelical descansar eternamente.


- Ha sido muerte natural –dijo el forense – Esto se suele dar en personas de edad avanzada pero el caso de Alba, no sé, es como si su cuerpo ya hubiese vivido todo lo que le tocaba vivir.

Y tenía razón. Mi hermana llevaba una vida entera vivida en menos de ocho años. Había visto los temores de miles de personas, había visto la alegría y la tristeza. Había visto catástrofes, muertes, nacimientos y finales. Mi hermana había vivido la vida de los demás, mil vidas que no le pertenecían porque jamás había podido vivir la suya. Ahora, por fin, descansaba en paz.


Lo superamos, claro que lo superamos. Ella lo había visto en mis ojos y, solo por eso, tenía que ser verdad. Mi madre nunca se perdonó la muerte de Alba y, por eso, guardó todo aquel dinero en una cuenta corriente que puso a nuestro nombre. Quería purgar con nosotros los pecados cometidos con mi hermana. Después de aquello, no volvió a hablar jamás. El silencio de Alba se quedó con ella para siempre.

Las predicciones que mi hermana me hizo antes de morir encontraron su significado completo en los ojos azules de la que hoy es mi mujer, Laura. Nada más verla, supe que era lo que Alba había visto. Le conté la historia de mi hermana y, cuando se quedó embarazada, quiso que nuestra primera hija llevara su nombre. Le di las gracias en nombre de mi difunta hermana, tal como ella me había pedido.

Mi hija no había heredado la belleza despampanante de su tía pero, para mí, siempre fue el bebé más hermoso del mundo entero. Creció sana y feliz, sonriente y colmada de atenciones. No habló hasta que cumplió tres años.

- Papá, la abuela va a hablar. – declaró con seguridad.

Y esa misma tarde mi madre, por primera vez en trece años, me llamó por teléfono para hablar conmigo.

- Lo siento. – fue todo lo que dijo. Luego colgó.

En ese mismo instante, supe que había llegado el momento de decirle a mi hija que no tuviese miedo de las cosas que veía, abrazarla y manifestarle mi eterno apoyo. La última instrucción de Alba era muy clara: había llegado el momento de ser un buen padre.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado la historia, larga como dijiste, eso sí. Pero por ser la primera... :P

La verdad que si alguien con ese "don" me dijera que voy a suspender un examen (hablando de trivialidades) pa' qué iba a estudiar ya, así sería obvia la "premonición" xd.

Esto se parece un poco a lo de los niños prodigio, ¿no? Y ya no hablo de los cantantes de antaño que ahora están o desaparecidos o enganchados a un caballo y no precisamente para salir corriendo. Por ejemplo estos niños que llevan a programas para entrevistar a famosetes y tal, no sé cómo de productivo será eso para ellos o si los padres se ciegan en que se lo pasan bien y tan sólo ponen la mano al final para cobrar. Todo un misterio.

Pero sí, a lo que voy; que me ha gustado y has mantenido bien el hilo hasta el final.

Un saludete!

Malvi dijo...

Me encanta, como siempre... me has envuelto en la historia... llena de sentido, e inquietante has mantenido el hilo, es increible

saludos

PD: Ártico tan práctico... jajajaja buena observación, si alguien me asegura que voy a suspender un examen, yo ya dejaría de estudiar... jajaja seguro que se cumple la prediccion

Pugliesino dijo...

Bellísimo relato Sara.Su extensión es lo de menos cuando está bien escrito.
Una historia,un cuento cuya fluidez al leerlo no oculta un trabajo bien hecho en el,al menos para mi lo es,complicado proceso de conducir la narración en los saltos en el tiempo.Lo de vivió muchas vidas antes que la suya fue genial.
Muy bueno. Un abrazo!

*lo de que adivinase el Gordo es genial pero creo que se correría la voz y al final saldría a cinco € por décimo xD
Lo gordo sería que dijese cuando llega el meteorito :o

María José dijo...

Preciosa historia Sara, cuando empecé a leerla y bajé con el cursos viendo su extensión me asusté un poco pensando que me cansaría a mitad pero nada más lejos de la realidad.
Conforme avanzaba leía más deprisa para saber cómo evolucionaría la historia y por momentos se me ha erizado la piel al notar el sentimiento de Ilbe y Alba...
Maravilloso.

Óscar Sejas dijo...

Muy buena historia Sara. Me ha encantando.

La pequeña Alba marchitándose mientras el resto del mundo la intentaban exprimir...
Me hace pensar mucho en la dependencia que sentimos hacia los demás.

Quizás esté pasando ahora en algún lugar. Gente con "dones" que no pueden vivir su propia vida porque los demás los convierten en sus esclavos visionarios de un futuro que quizás pasaría de todas formas...

Pero vamos, volviendo al relato me ha encantado, un placer leerte guapa.

Un abrazo

celemin dijo...

No siempre es una bendición tener un don especial, y si lo tienes muchas veces e mejor que nadie lo sepa.

Biónica dijo...

Por fin pude sentarme a leerte...

Un cuento muy bello... ¿lo haces como hobby? Creo que tienes especial talento... no soy experta en eso, pero creo que tienes mucho potencial. Sigue así!

Saludos Sara!

Camaleona dijo...

Me has emocionado, creo que hasta casi me han saltado las lágrimas al final. ¡Qué bonita historia!

Bruja24 dijo...

Precioso cuento....
De dónde sacas la inspiración y la imaginación para crear los relatos tan llenos de vida?
Haces que sienta en cada historia que soy el protagonista, siento sus temores, dolores y alegrías.
Eso si es saber escribir...
Un besito guapa!

Vegetable Man dijo...

creo que como ya he leido la historia es inquietante, y me gusta lo inquietante.

Esther dijo...

¡Tu historia está chulísima!

Siento venir tan tarde por aquí pero, es que últimamente he estado muy ocupada.

A mí me gustan todas esas cosas. No digo que sean verdad pero, tampoco las descarto... ...de hecho alguna vez a mí me ha pasado algo cuando voy a dormir que a alguna gente le pasa pero, tiene explicación científica ¿No te a pasado que has soñado algo que luego se ha hecho real? A mí sí, pero, pocas veces, muy de vez en cuando y me gusta cuando sucede. La explicación científica (que es la que más creo), es un poco larga de explicar.

Yo esas cosas ni las defiendo ni las descarto ¿quién sabe? Pero, me gustan.

Pobre Alba, al final no la dejaron ni ser niña.

Saluditos.

maria dijo...

Me ha gustado la manera de escribir la historia, muy bien hilada. Anque esta vez la historia no termino de oonvencerme ^^. de todas maneras tiene una buena moraleja. besitos